Gentilmente el Dr. WALDO MENDOZA nos comparte su discurso de ayer ...
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL
DE HUAMANGA: PASADO GLORIOSO, PRESENTE COMPLEJO Y FUTURO DE ESPERANZA
Waldo Mendoza Bellido
Discurso de Orden por los 339 años de
la fundación de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
Señor
Rector de la Universidad Nacional de San Cristobal de Huamanga, doctor Homero
Ango Aguilar, señores autoridades, profesores, estudiantes, egresados, ilustres
visitantes y presentes todos.
El
Consejo Universitario de nuestra universidad, presidido por el Rector, me ha
concedido la enorme responsabilidad de dar el Discurso de Orden por los 339
años de la fundación de la Casa de Castilla y Zamora. Ha sido una ocasión
espléndida para nutrirme sobre la historia de nuestra universidad, su presente
complejo y para cavilar sobre un futuro potencialmente promisorio.
Trataré
brevemente el pasado y el presente de nuestra universidad. Pondré mi atención
sobre el futuro, proponiendo algunas conjeturas sobre lo que se podría hacer.
La edad de oro de la universidad
Como
dije, no quiero profundizar, en esta disertación, sobre el pasado. Ese pasado,
en especial el de los sesenta y los setenta del siglo pasado, fue glorioso.
Bajo el rectorado de Fernando Romero Pintado, primero, y Efraín Morote Best,
luego, por nuestras aulas desfilaron profesores de la talla de Julio Ramón
Ribeyro, Luis Valcárcel, Luis Lumbreras, Antonio Cisneros, César Guardia
Mayorga, Enrique Camino Brent, Fernando Silva Santisteban, Marco Martos, Miguel
Gutiérrez, Carlos Ivan Degregori y Oswaldo Reynoso, entre otros.
Con
esa antología de profesores, los estudiantes de esa generación podían decir,
como Isaac Newton “Si yo he sido capaz de ver más allá,
es porque me
encontraba sentado sobre los hombros de unos gigantes”. Algunos de
los herederos intelectuales de esos gigantes fueron Virgilio Galdo, Mario
Benavides, Alberto Morote, César Ruiz, Zenón Naveda y Enrique Gonzales Carré.
Entre
principios de los ochenta y mediados de los noventa, dos factores, ajenos a la
universidad, pusieron fin a este largo ciclo de prosperidad. En primer lugar, la
crisis económica nacional, que deterioró con particular virulencia los sueldos
de los profesores de las universidades nacionales. En segundo lugar, la guerra
interna, que tuvo como epicentro Ayacucho, trajo la violencia a una ciudad
tradicionalmente pacifica e intelectual. Ambos eventos provocaron el éxodo hacia
la capital de la mayoría de los prominentes profesionales antes nombrados. Fue un
golpe muy duro para nuestra universidad.
La histéresis de las dos últimas
décadas
Los
últimos 20 años han sido un periodo de histéresis para la universidad. La histéresis es un concepto proveniente de la física que
significa que un evento transitorio puede tener efectos duraderos. En nuestro
caso, un evento transitorio, el alejamiento de un conjunto importante de
profesores, parece haber tenido efectos duraderos en nuestra casa de estudios.
A nuestra universidad no le fue muy bien en ese periodo, a pesar de la buena
voluntad de las autoridades de turno.
Pero
ese es el pasado anodino, el que no se puede cambiar y que es mejor silenciar. Quizá
haya tenido razón el gaucho Martín Fierro, el personaje de José Hernández,
cuando dijo “Sepan que olvidar lo malo es
también tener memoria”.
Vamos,
entonces, hacia adelante, y busquemos, entre todos, la luz. La universidad
necesita una gran transformación, en los términos del científico húngaro Karl
Polanyi. Los actores del cambio son, qué duda cabe, los estudiantes, los
profesores y las autoridades. A ellos va dirigido, primariamente, las
siguientes percepciones.
Los estudiantes
La
frase citada de Newton, de que él fue lo que fue debido a los gigantes que le
precedieron, Nicolás Copérnico,
Galileo Galilei y Johannes Kepler, no debe entenderse textualmente. La relación
entre el profesor y el discípulo no es lineal ni determinística. Los profesores
tenemos una gran responsabilidad en el destino de nuestros estudiantes, pero la
obligación de ser destacados recae exclusivamente en ellos.
Hay
una montaña de ejemplos en el mundo, de estudiantes que resisten a todos los
obstáculos posibles y llegan a ser grandes profesionales y mejores ciudadanos. Un
ejemplo cabal en el Perú lo encontramos en el curso de extensión universitaria del
Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Allí, todos los veranos, desde 1953, se
juntan los 30 mejores estudiantes de Economía del país para capacitarse y
disputar 5 puestos de trabajo en el BCRP. El gran acontecimiento es que, en los
últimos años, muchos estudiantes de universidades de provincias, incluida la
nuestra, se han ganado un puesto en el instituto emisor. Muchos de ellos,
actualmente, están haciendo el doctorado en las mejores universidades del mundo.
¿Qué
tienen en común estos jóvenes brillantes emergentes? Me parece que lo
fundamental es que en sus diccionarios no existe la palabra excusa. Son absoluta y totalmente responsables
de sus actos. Nunca atribuyen su desgracia a otros. Consideran que dar excusas
es para los mediocres y futuros fracasados. Son, en un sentido, como Mario Vargas
Llosa y Stephen Hawking.
Nuestro
premio Nobel, refiriéndose a William Faulkner, un escritor que influyó
poderosamente en su obra, dice:
Él me mostró “(….) con su ejemplo que si uno no nacía con
el talento de los genios, podía fabricarse al menos un sucedáneo a base de
terquedad, perseverancia y esfuerzo”.
A Stephen
Hawking, el prestigioso físico inglés que sufre desde los 21 años una
enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular que lo ha dejado completamente
paralizado, le pronosticaron que
no viviría más de 3 años. Por motivos desconocidos, ya ha cumplido en enero
pasado los 74 años. Desde
1985 solo puede comunicarse a través de un sintetizador de voz. Contrayendo una
de sus mejillas compone frases al ritmo de tres palabras por minuto. Con ese
sistema, escúchenlo bien, ha escrito siete libros y numerosos artículos
científicos.
En
su autobiografía, este físico ejemplar nos dice lo siguiente:
“He tenido una vida completa y
satisfactoria (…) Mi discapacidad no ha sido un obstáculo serio en mi trabajo
científico. De hecho, en cierto sentido supongo que ha sido una baza: no he
tenido que dar clases o enseñar a estudiantes de licenciatura, y no he tenido
que asistir a tediosos comités que tanto tiempo quitan. Así que he podido
dedicarme por completo a la investigación”.
El
gran Albert Einstein ha dejado también una frase especialmente hecha para
ustedes, queridos estudiantes:
"Hay
una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía
atómica: la voluntad".
En
suma, jóvenes, tengan sueños ambiciosos y hagan, en cada momento, lo necesario
para que esos sueños se realicen. Nunca den excusas. Échense la culpa de todo
lo que les pasa. Con terquedad, perseverancia y esfuerzo, como Vargas Llosa, pueden
darle alcance a sus sueños. Depende
de ustedes. De nadie más.
Los profesores
Los
profesores estamos en un problema. Alterando un poema de nuestro César Vallejo
sobre el dolor, podemos decir que “el
conocimiento crece en el mundo a cada rato, crece a treinta minutos por segundo”.
¿Cómo hacernos propietarios de estos conocimientos que crecen
exponencialmente y transmitirlos apropiadamente a nuestros estudiantes?
En primer lugar, aceptando el diagnóstico que escuché a Luis Jaime
Cisneros, maestro querido de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Él nos
dijo, “el problema de los profesores
empieza cuando dejan de ser estudiantes”. Frase categórica y desafiante. Un
profesor que haya dejado de ser estudiante no merece ejercer la tarea de la
docencia.
Además, recordemos que según Albert Einstein “las teorías son
asesinadas tarde o temprano por la experiencia”. En el mismo sentido, el
filósofo de la ciencia del siglo XX, Karl Popper, nos enseñó que de una teoría
se derivan las hipótesis, y si esas hipótesis no son consistentes con los
hechos, la teoría es falsa, debe morir. Las teorías, entonces, deben ser mortales
y, cada cierto tiempo, deben dar paso a otras, mejores. Al dejar de ser
estudiantes, los profesores podríamos estar enseñando teorías hace tiempo
asesinadas.
En segundo lugar, los profesores tenemos que
llegar a algún grado de especialización. De otra manera podemos convertirnos en
el personaje al que se refiere el escritor George Bernard Shaw: “El
doctor Fulano de Tal lo sabe todo. Pero es lo único que sabe”.
No podemos aspirar a saberlo todo. Hay que
tender a la especialización. Einstein tenía razón cuando decía: “Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es
que no todos ignoramos las mismas cosas". La
interacción entre especialistas es lo que permite una rica convivencia multidisciplinaria.
Pero
mantenernos en la frontera del conocimiento, especializado, puede ser estéril.
¿Qué sentido tiene ser un sabio si nadie puede dar constancia de nuestra
sabiduría? Hay que obligarnos entonces a
ser un buen profesor, ojalá excepcional, alguien de quien los estudiantes
puedan recibir una herencia de conocimientos y consejos.
¿Cómo
es un profesor de calidad excepcional? Ken Bain, historiador y pedagogo
norteamericano, responde a esta pregunta en un libro fascinante que todos deberíamos
leer: “Lo que hacen los mejores
profesores de la universidad”. Cada capítulo de su libro es la respuesta a
una pregunta sobre lo que hace excepcional a un profesor universitario.
¿Cómo
son los profesores excepcionales? Sin excepción, conocen su materia
extremadamente bien. Son eruditos. Algunos cuentan con una lista impresionante
de publicaciones; otros, no necesariamente. Estos últimos, sin embargo, son
doctos en los desarrollos intelectuales de punta.
¿Cómo
preparan sus clases? Consideran la preparación de las clases como un esfuerzo
intelectual tan exigente e importante como su investigación. Son minuciosos,
detallistas y centran el interés en fomentar el aprendizaje, más que en
transmitir las verdades de la disciplina.
¿Qué
esperan de sus estudiantes? Lo mejor. Tienen expectativas muy altas sobre
ellos. Están seguros de que pueden conseguir peras de los que otros consideran
que son olmos.
¿Cómo
se desempeñan en el salón de clases? Las estilos varían, pero todos los
profesores excepcionales intentan crear un “entorno
para el aprendizaje crítico natural”, donde los estudiantes aprenden
enfrentándose a problemas relevantes y desafiantes. Tienen buena oratoria, y
consideran que la capacidad de hablar bien es una destreza importante que vale
la pena refinar tanto como la de escribir.
¿Cómo
tratan los profesores excepcionales a sus estudiantes? Alguno de ellos son
tímidos y otros extrovertidos; algunos muy formales y otros no tanto. Sin
embargo, todos utilizan siempre un lenguaje cálido, muestran una gran confianza
en sus estudiantes, se muestran abiertos y de vez en cuando hablan de su propia
aventura intelectual. Para ellos la clase no es un espacio para demostrar su
brillantez o para ejercer el poder sobre los estudiantes.
Aprender
de Bain nos puede ayudar a ser mejores profesores, y quizá hasta excepcionales.
Las autoridades
¿Y
cuál es el rol de las autoridades?
La
razón de existir de una universidad son sus estudiantes. Su propósito principal
es el de formar profesionales de primer nivel y ciudadanos que contribuyan con
el desarrollo del país.
El
proceso de formación universitaria se asemeja al proceso productivo de una
empresa, expresado en una función de producción. La función de producción
relaciona la producción de un determinado producto con los insumos necesarios.
Cuanto más insumos y de mejor calidad, más alto será el nivel de producción.
Cuanto mejor se combinen esos insumos, mayor y mejor será la producción.
En
el caso de la universidad, nuestro producto final es la calidad académica y
humana del estudiante que formamos al final de su carrera universitaria. Los
insumos más importantes para conseguir ese producto final son los estudiantes al
momento de ingresar a la universidad, los profesores, y la infraestructura humana
y física que requiere la enseñanza y la investigación. Los “empresarios”, los
principales responsables de esta función de producción son las autoridades
universitarias, en el sentido más comprensivo de este término.
Son
las autoridades las que eligen a los profesores que merecen incorporarse a la
universidad. Son las autoridades las que deciden el grado de selectividad para
el ingreso de los estudiantes. Son las autoridades las que deciden la
permanencia o no de un profesor. Son las autoridades las que conciben las
reglas de deberes y obligaciones de estudiantes, profesores y administrativos. Son
las autoridades las que deben evaluar, permanentemente, la capacidad docente y
de investigación de los profesores, y en función a ello premiarlos o
sancionarlos. Son las autoridades las que resuelven sobre la infraestructura necesaria
que debe tener la universidad.
En fin,
son las autoridades las que deben decidir la cantidad y calidad de los
ingresantes, de los profesores, y de la infraestructura física y humana. Es su
obligación conseguir la mejor dotación de estos insumos y de combinarlos en las
dosis apropiadas.
Con
estudiantes tercos, perseverantes y esforzados y que no den nunca excusas; con
profesores que emulen las enseñanzas de Ken Bain y con autoridades que tengan
un norte claro y ejerzan la autoridad que corresponda para alcanzar dicho
norte, la universidad debería volver a ocupar el sitial que le corresponde en
el país. No hay excusas para que eso no sea así.
Además,
la nueva Ley universitaria, a pesar de que tiene algunas imperfecciones, es una
extraordinaria oportunidad para avanzar a una velocidad mayor que el resto de
universidades del país. Tiene muchos componentes que nos van a forzar a ser
mejores. Existe el peligro, es cierto, de que si esperamos pasivamente su plena
aplicación, ella puede convertirse en una amenaza.
Para
terminar, quiero advertir que me he tomado la libertad de expresar estos
pareceres, con las cuales no todos tienen que estar de acuerdo, porque soy de
casa. Soy ayacuchano, he estudiado en esta universidad, he sido luego profesor
y siempre me he mantenido pendiente de su destino. Además, ya tengo 56 años, he
trajinado en la enseñanza, la investigación, la función pública y el gobierno
universitario y creo tener algo que decir sobre el destino de esta casa de
estudios a la que tanto queremos.
Pero,
evidentemente, son ustedes, estudiantes, profesores, trabajadores
administrativos y autoridades, los actores principales de la gran
transformación que debe producirse aquí.
En
cualquier caso, creo que podemos culminar esta disertación aprovechándonos de
uno de los grades poemas de César Vallejo: “Los nueve monstruos”.
“Hay, estudiantes, profesores,
administrativos, egresados y autoridades de la Universidad Nacional de San
Cristóbal de Huamanga, muchísimo que hacer”
Muchas
gracias
Discurso por los 339 aniversario de la por Tricentenaria Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga a cargo Dr. Waldo Mendoza Bellido actual flamante Ministro de Economía y Finanzas d Perú.
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